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13 de octubre de 2024 7:49 pm
La mujer, en estado de indefensión

La mujer, en estado de indefensión

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En pleno siglo XXI, la mujer es víctima de la violencia en todas sus modalidades, sufre de discriminación, desigualdad, trasgreden sus derechos humanos y el Estado mismo la revictimiza cuando reclama justicia. La incomprensión gubernamental propicia la estigmatización femenina, se vulnera su dignidad y menoscaban sus prerrogativas; en una sociedad sexista, sus conquistas laborales, políticas o académicas se ven como como concesiones graciosas que consiente la autoridad u otorga el sistema patriarcal.

La violencia de género es sin lugar a duda, la peor agresión a la mujer. En la CDMX, las capitalinas realizan doscientas llamadas diarias a las líneas de emergencia por casos de violencia sexual e intrafamiliar o por amenazas. En lo que va del año se han comunicado en más de 55 mil ocasiones al 911 o Locatel. Cada hora, ocho mujeres piden auxilio vía telefónica. La violencia contra ellas parece imparable, sobre todo por los feminicidios; en los últimos años se ha duplicado el uso de las armas de fuego para asesinarlas, seis de cada diez homicidios de mujeres así se realizan.

Pero no solo es la fatalidad e impunidad del agresor, el 91 por ciento de las recomendaciones por violencia de género a las autoridades de estados y municipios no se acatan ni cumplen. Uno de cada cuatro ayuntamientos mantiene una alerta por violencia de género, al igual que en 22 entidades federativas. Las medidas que no atienden son de prevención, seguridad, acercar la justicia y lograr la reparación del daño a víctimas, familiares o sobrevivientes de la violencia feminicida.

La población femenina sufre una revictimización en las dependencias oficiales al denunciar malos tratos, antecedente -muchas veces-, del feminicidio. La incomprensión gubernamental también es miope para detectar la violencia doméstica o económica, las lesiones, las amenazas. La violencia contra las mujeres es una de las violaciones más graves a los derechos humanos, violencia que es causa y efecto de la desigualdad y discriminación contra ellas.

En días recientes, se presentó otro grave fenómeno que atenta contra la dignidad y el respeto a la vida misma de las mujeres, sobre todo de las niñas: la unión o matrimonio de infantes, práctica casi de usos y costumbres en varias regiones del país, como en Guerrero, mediante la cual los padres venden a sus hijas, de diez u once años, a cambio de dinero, propiedades o animales. Un colectivo de 650 mil indígenas solicitó una reforma constitucional para acabar con los matrimonios infantiles, aunque no han tenido eco en los legisladores y el gobierno dice que son casos aislados, excepcionales, que la cultura ancestral no permite esa conducta. La terca realidad es otra.

La unión entre menores provoca más de 22 mil muertes de niñas al año en el mundo por embarazos de alto riesgo, porque sus cuerpos no están preparados para la maternidad. En México nacen mil bebés al día de madres menores de quince años y se ha incrementado el número de fallecimientos en 36 por ciento en los últimos 20 meses.

Las migrantes no escapan a la violencia. En la caravana por la justicia, la dignidad y la libertad, el pasado lunes fue encontrada estrangulada y desnuda, una haitiana y según las autoridades están involucrados cuatro policías municipales. Es la segunda víctima en este éxodo de trashumantes.

Esa es la realidad que vive la mujer en nuestro país. No tienen seguridad en casa ni en las calles, sufren lo mismo la violencia intrafamiliar que la sexual, son discriminadas y reciben un trato desigual en el hogar, la escuela o el centro laboral. No se reconoce el trabajo doméstico ni tienen las mismas oportunidades que los hombres. Lo peor es que en la imparable espiral del feminicidio, los presuntos responsables son del círculo cercano a la víctima. Las luchas feministas han conquistado espacios, pero el patriarcado mexicano las otorga como dádivas.

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