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11 de diciembre de 2024 3:25 pm
El flagelo de las adicciones

El flagelo de las adicciones

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Por Octavio Campos….

Durante la reunión bilateral con Estados Unidos, el gobierno mexicano centró su preocupación en el control del tráfico de armas por parte de los americanos y ponderó sus programas asistenciales para combatir el fenómeno del narcotráfico. Se excluyó el tema migratorio y quedó pendiente la operatividad del nuevo plan de cooperación mutua. La modificación a la iniciativa Mérida exigirá más a las autoridades nacionales, sobre todo en el combate al crimen organizado, la acreditación de los agentes de la DEA y el mayor intercambio de información. Perdida entre tanta efervescencia política-diplomática quedó lo referente a las adicciones.

Problema que afecta a ambos países, sobre todo a la Unión Americana que es el consumidor más grande del mundo. Hay preocupación en las estructuras sanitarias de aquel país por el incremento de adictos, especialmente por el número de jóvenes muertos por sobredosis de algún enervante o droga sintética como el fentanilo, producto creado en un laboratorio de Asia con fines terapéuticos, pero que se salió de control y la nueva droga es cien veces más dañina y mortífera que la cocaína. Su efecto placentero, de falsa felicidad, afecta directamente al cerebro y al sistema nervioso; son raros los casos de recuperación.La producción china llega a las aduanas mexicanas y el crimen organizado la introduce al vecino país junto con el cristal, las anfetaminas y la cocaína.
Por eso la preocupación de la Casa Blanca para que México incremente sus esfuerzos para enfrentarlos y, como con los migrantes, detenga su paso en la frontera. Pero las adicciones no son privativas de los norteamericanos. Dejamos de ser un país de paso para convertirnos en uno de consumo. Mucha droga se queda aquí y es comercializada por los cárteles mexicanos que envenenan a niños, jóvenes y adultos.
La administración Biden hizo su trabajo, marcó claramente los alcances del nuevo acuerdo. Exigió una lucha frontal contra los narcos, más detenidos, mayor incautación de cargamentos y bienes a los delincuentes, acreditación de los agentes de la DEA, mejor intercambio de información y el rastreo de las armas que se introducen al país; se obliga a pacificar el país y la medida de evaluación será que haya menos homicidios dolosos y erradicar la corrupción en las aduanas.
Si México cumple con lo anterior, bajará el tráfico de drogas al mercado más grande del mundo y nos certificarán. Pero queda el problema latente para nuestro país. Se incrementan las adicciones que, como en el resto del mundo, no solo es a la marihuana o la cocaína, también al crack, a la heroína, a la metanfetamina y al fentanilo. La frontera norte y las grandes ciudades son nichos de mercado de las mafias que inundan las calles de narcóticos y no hay una política pública que contenga el consumo de estupefacientes. Los sistemas de salud y educativo no han diseñado una estrategia integral de prevención que inhiba el consumo. Tampoco existen programas gubernamentales que ayuden a la recomposición del tejido social o se acabe con la corrupción de los cuerpos policiales que administran el delito.
El problema de las adicciones es grave y no está en las prioridades presupuestales, de salud pública o de desarrollo social de los políticos. Será la sociedad civil quien busque su reconstrucción moral, la que exija se vea al narcotráfico como un problema de salud pública que requiere de proyectos viables de desarrollo social, de mejor educación, con más oportunidades de empleo bien remunerado y un sistema de salud que contemple la rehabilitación de los adictos mediante un esquema hospitalario y de centros de integración, con medicamentos y terapias de reinserción familiar. Empecemos esta gran cruzada sin ver con desdén la cooperación bilateral y sin querer imponer estrategias que aquí no han funcionado.

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