Por Alejandro Villegas…
La puesta en marcha por parte del ciudadano presidente de un espacio para exhibir lo que considera como mentiras difundidas por los medios, se traduce en una acción unilateral que debiera completarse con el reconocimiento de las imprecisiones en su discurso.
Para desgracia del ciudadano presidente, los medios mexicanos no se caracterizan por su complacencia plena con el desempeño del titular del Ejecutivo federal.
La tarea a desarrollar por parte de su ala de comunicadores, en principio debe ser pulcra y precisa, dejando de lado el denuesto y la descalificación, así como la el uso de calificativos que buscan restar credibilidad a los difusores de información.
Una mentira se enfrenta con argumentos y la exhibición de la verdad, no con esquemas declarativos.
Si el ciudadano presidente considera que su pretendida exhibición de medios y comunicadores frenará la critica a su gestión, se equivoca, antes bien debe tener en cuenta que, así como exige un derecho de réplica y lo ejerce de manera directa desde Palacio Nacional, con toda seguridad encontrará puntual respuesta por parte de quienes busque señalar de mentirosos.
De entrada, el primer ejercicio quedó a deber, simple y sencillamente porque no exhibió mentira alguna. Ni hizo prevalecer su verdad.
Informe
El informe del ciudadano presidente a tres años de su triunfo en las urnas, resulta poco atractivo en términos mediático.
Simple y sencillamente se trata de una conmemoración de autoelogio, con escasa asistencia, en la que por cierto no podrá tomar parte el pueblo bueno, que con toda seguridad desde la plancha del zócalo capitalino le externará su respaldo.
Poco tiene que informar quien a diario pretende dar cuenta de sus actividades y logros.
