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24 de noviembre de 2024 2:19 pm
La educación en los tiempos de la 4T

La educación en los tiempos de la 4T

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Más preocupados por la sucesión electoral en el EDOMEX, las autoridades federales han relegado el papel transformador de la educación en México. Si bien es cierto que el gobierno no quiere que la preparación académica sea un instrumento “aspiracionista” de la población, no necesita mucho la burocracia educativa para mantener en la medianía a millones de estudiantes que reciben una pobre formación en las aulas. A la grilla sindical de la Coordinadora, que mantiene secuestrada a la SEP, se suman los efectos de la pandemia en el rendimiento de los alumnos.

Como todos los gobiernos, la actual administración vende a la opinión pública la idea de que reestructurará los planes educativos para alcanzar una supuesta excelencia, basada en posturas ideológicas y sin contenido académico. Acorde con la narrativa oficial, se hizo hincapié en la ineficacia de los anteriores sistemas escolares -conservadores, neoliberales-, que inculcaban la formación individualista de una clase media “aspiracionista” alejada del pueblo. La nueva retórica concibe la idea de la educación universal; nadie sin acceso a las escuelas, universidad para todos. Para garantizar ese objetivo se propone el despropósito de aprobar a toda la matrícula, los maestro no pueden reprobar a los alumnos, todos acreditan el año escolar sin reparar en la calidad educativa o la adquisición de conocimientos; se piensa en desaparecer los grados, no más primaria o secundaria; acceso universal a la educación superior, aunque no haya capacidad para absorber a los donceles.

Hay miles de rechazados en las instituciones públicas que no cumplen con los requisitos de admisión, pero se propone el acceso sin presentar los exámenes. Se habla de la creación de decenas de universidades que solo están en el papel. La demanda supera, en mucha, la oferta de espacios académicos.

Pero no solo es el número de estudiantes que no tiene asegurado un lugar, sino de la infraestructura educativa que no puede absorber a tanto discípulo ni ofrecer formación de calidad. Al parecer, el proyecto político de la 4T excluye la competitividad sana, la valoración de los conocimientos o la excelencia académica; se preocupan solo por la masificación educativa, incrementar la matrícula, pero sin que sobresalgan los más aptos.

A ese panorama de mediocridad, se suman los efectos de la pandemia. Entre 2020 y 2022 millón y medio de estudiantes desertaron del sistema educativo y los alumnos tomaron clases en línea o a distancia presentan, según la CEPAL, un retraso de entre dos y cuatro años en el aprovechamiento escolar. La COVID-19 demostró la importancia de las clases presenciales para mejorar el rendimiento de los alumnos y la socialización de los escolapios. Pero es altamente preocupante la deserción escolar, no solo porque esos niños y jóvenes se enrolan a temprana edad en actividades laborales, generalmente informales, sino porque se enrolan en las actividades delictivas o son presa de las adicciones.

La OCDE, ese club de economías ricas, nos excluye no solo del top ten, sino de los estándares educativos, donde México ya no figura entre las naciones con mayor rendimiento académico, ni siquiera participamos en la prueba PISA -ejercicio que se realiza cada tres años con estudiantes de entre 15 y 16 años de 80 países, mediante el cual se mide el conocimiento y habilidades en matemáticas, lectura y ciencias-, donde de por sí no llegamos ni a media tabla.

Mientras tanto, la titular de la SEP está más preocupada en cristalizar su postulación como candidata morenista al gobierno del EDOMEX que por rescatar un sistema educativo atrapado por mafias sindicales, sin planes de estudio actualizados y con la intensión de ideologizar las ciencias sociales y aletargar la investigación científica. Es tan mediana la actuación de las autoridades que no pueden rescatar a las escuelas normales rurales, creación del fifí José Vasconcelos.

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