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8 de diciembre de 2025 11:10 am
Ahora hasta los animales se quedan sin medicinas

Ahora hasta los animales se quedan sin medicinas

Son la columna vertebral de nuestro país. El corazón de nuestra economía.

Y nunca debemos olvidar el papel vital que juegan

En mantenernos alimentados y vestidos.

Poema Los animales que mantenemos de Teo Fernández

En México ya nos acostumbramos a que, cuando falta algo -medicinas, gasolina, agua, médicos, infraestructura, transporte- la política se apresura a aventar una narrativa que no resuelve, pero entretiene. Una especie de magia presupuestal en donde todo está bien… excepto la realidad. Porque si algo ha demostrado el discurso oficial es su capacidad perfecta para desmentir incluso lo que uno ve en cualquier entidad.

El campo mexicano, tantas veces usado para la foto, para el aplauso y para la épica revolucionaria, hoy enfrenta una crisis silenciosa: animales sin medicinas, productores sin orientación técnica, y una cadena productiva que no puede exportar ni importar con normalidad. Y lo más absurdo de todo es que esta crisis era evitable… siempre y cuando hubiera existido voluntad para explicar, coordinar y actuar.

Hemos llegado al punto en el que la falta de medicinas ya no sólo afecta a personas: también alcanza al ganado, a los caballos, a los perros, a los burros y a cualquier animal que dependa del sistema para controlar al gusano barrenador.

Ese mismo parásito que amenaza la sanidad internacional y que hoy tiene frenado el comercio de ganado y carne con varios países. Un pequeño insecto ha puesto contra las cuerdas a un sistema que, con muchas palabras y conferencias de prensa, no logra justificar por qué no llegan los tratamientos, por qué no hay capacitación suficiente para los veterinarios y por qué, en lugar de curar, en varios estados se está sacrificando a animales que aún podrían salvarse.

Porque la verdad es lo que se vio apenas en la Cámara de Diputados -esa que presume planear a largo plazo, pero apenas llega al próximo informe- no sabe enfrentar un problema cuando no puede disfrazarlo con una frase pegajosa. El desabasto de medicamentos es incómodo, y la sanidad animal es un tema demasiado técnico para convertirlo en eslogan. Así que la fórmula de siempre se activa: negar, minimizar, culpar a terceros, y repetir.

Mientras tanto, aparece otro elemento que complica el escenario: el ingreso de ganado ilegal desde Centroamérica, procedente de granjas clandestinas manejadas por grupos criminales. Animales que entran al país sin controles sanitarios, sin trazabilidad, sin inspección. Y no hablamos de pocos ejemplares, son cientos que se trafican cada día por nuestra frontera sur.

¿El resultado? Un riesgo aún mayor para la salud pública, la seguridad alimentaria y el sector pecuario mexicano. Es como una puerta giratoria para problemas que nadie quiere admitir, pero que todo el mundo en el campo conoce.

Pregunta inevitable: ¿cómo presionar a un sector gubernamental que desconfía de la crítica, evade los problemas y se siente atacado cuando se le exige transparencia? Quizá la única forma es volver a lo básico: ruido social, presión gremial, exigencia técnica y, sobre todo, información clara. No basta con que se diga que está haciendo algo; debe demostrarlo. Documentar avances, explicar decisiones, ofrecer calendarios reales y permitir auditorías externas.

La sanidad animal -como la humana- no se salva con optimismo. Requiere suministros, capacitación, ciencia, cooperación internacional y responsabilidad institucional. Y aunque suene extraño, lo más valioso que podría hacer la autoridad hoy es algo sencillo: contar la verdad. Explicar qué falta, por qué falta, cuánto tardará en resolverse y qué puede hacer el sector productivo mientras tanto.

Ahí hay una salida: la comprensión de que un problema reconocido es un problema atendible. Un problema negado, en cambio, solo se corta con la tijera más cruel: la del sacrificio innecesario.

Y no, México no puede permitirse más pérdidas (humanas o animales) sólo por insistir en que todo va bien.

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