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27 de noviembre de 2025 9:55 am
Victimizarse: La estrategia política de la 4T

Victimizarse: La estrategia política de la 4T

Por Jesús Ortega Martínez….

Tanto Claudia Sheinbaum como Andrés Manuel López Obrador, han recurrido, de manera permanente y sistemática, a victimizarse y han hecho de este comportamiento, el eje de su estrategia política. Esta estrategia, tan antigua como la propia política, consiste básicamente en que un gobierno, o un partido político, o un líder carismático, asumen la condición de víctimas cuando en realidad son victimarios. Si hay críticas de la oposición ante su inoperancia o los ciudadanos señalan sus errores, los principales funcionarios del gobierno en lugar de corregirlos, se victimizan y de esa manera a quienes les señalan sus deficiencias, los convierten en enemigos y los acusan de ser los verdaderos causantes de los varones del país. En ese camino de victimizarse, estos líderes populistas aprenden a presentarse ante la gente como corderos que son víctimas de “perversas conspiraciones” las cuales, dicen, “son planeadas en el extranjero” y son orquestadas por sus enemigos o contrincantes, sean estos de carácter ideológico, político, moral, religioso, o simplemente contienen un origen nacional, étnico, racial, cultural, diferente al suyo.

Esta estrategia es utilizada y podemos recuperar algunos pasajes de la historia más reciente para evidenciar, la utilización por estos personajes, del ropaje de víctimas cuando en realidad son los victimarios.

Mussolini, fundó su movimiento fascista a partir de reivindicar a la Italia, que según Ii Duce, había sido “humillada y traicionada” por Francia e Inglaterra durante los acontecimientos posteriores a la “Gran Guerra”. En sus discursos teatrales no faltaba nunca el señalamiento de quienes habían sido los causantes de los males de Italia. Para él “los traidores de Italia” eran los contrincantes de su movimiento fascista, es decir, los socialistas, los comunistas, los liberales, y todos aquellos que disentían de Mussolini los cuales, insistía, eran “traidores que habían colaborado con el enemigo extranjero”.

El camino de Hitler hacia el poder no fue muy diferente y también se sustentó en una constante victimización. Hitler y los nazis construyeron durante años, la narrativa de que Alemania no había sido derrotada militarmente, sino que había sido traicionada por los socialdemócratas, los bolcheviques y los liberales, pero sobre todo, por los judíos, a los cuales señalaba como “el fermento de la destrucción de Alemania”. La venganza contra Francia e Inglaterra por la imposición del Tratado de Versalles; el rencor contra los socialdemócratas que habían alentado y trabajado por la paz durante la primera guerra mundial; pero sobre todo, el odio acumulado en contra de los judíos, que según sus creencias habían destruido a Alemania, fueron consideraciones suficientes para levantar un escenario de victimización del pueblo de Alemania y en consecuencia, de la necesidad de que ese pueblo herido escogiese a Hitler como el instrumento de su revancha.

No olvidemos el incendio del Reichstag que Hitler atribuyó a los comunistas alemanes y que le sirvió para, al mismo tiempo de victimizarse, decretar las leyes de emergencia (“las leyes habilitantes”) con las cuales anulaba al Congreso, a las cortes de justicia, y con ello alcanzaba el poder de manera absoluta. Victimizándose, se convirtió en el personaje que controlaba la administración; el único que legislaba; el que impartía justicia; el comandante supremo del ejército y el jefe del partido.

Más recientemente, en Ruanda se llevó a cabo uno de los eventos de mayor horror en la historia reciente de la humanidad, y que significó el asesinato de casi 800.000 personas. Esto fue, según la narrativa hutu, “un acto de autodefensa” ante lo que llamaban agresiones de los tutsi y que según ellos, incluía el atentado en contra del presidente interino de este país que era de origen hutu. “Hay que matar a los tutsi antes de que ellos nos maten” decían desde la televisión y la radio las voces enloquecidas y llenas de odio de algunos jefes políticos del partido hutu y de jefes tribales que alentaban y justificaban la masacre. Esto fue un crimen de odio implementado mediante una estrategia de victimización de los victimarios.

Con circunstancias diferentes, Putin aprovechó la caída del régimen soviético para victimizar a Rusia, al pueblo de este inmenso país ya él mismo, para desde ahí continuar calculando y sistematizado, su ascenso hasta la cúspide del poder dictatorial.

El derrumbe de la URSS que tuvo, principalmente causas internas, fue calificado por él ahora presidente de Rusia, como “la mayor catástrofe geopolítica de la historia”. “Rusia, dijo Putin, ha sido humillada, desmembrada y ahora se encuentra rodeada y amenazada por las tropas enemigas de la OTAN que avanzan en nuestro territorio, como avanzaron antes los ejércitos nazis durante los primeros meses de la invasión a la madre patria”. Con este discurso, Putin justifica la guerra y la invasión contra Ucrania ya esta flagrante agresión, el presidente ruso le llama “recuperación de territorio”. Para él, los ucranianos son nazis que están siendo utilizados por Europa Occidental y por la OTAN para golpear a Rusia como antes los nazis golpearon a la Unión Soviética. Como verán no hay en la victimización ningún esfuerzo de autocrítica y todos los hombres que padecieron la antigua URSS, su pueblo, y ellos mismos como dirigentes, fueron resultado de las acciones de traidores internos y enemigos externos.

Y si ponemos el ejemplo de Putin, tenemos que poner el de Donald Trump que está culpando a los inmigrantes pobres (principalmente mexicanos y otros latinoamericanos) de casi todos los problemas por lo que pasan los Estados Unidos. Pero los culpables también son los medios de comunicación, los periodistas, los demócratas, los liberales, los comerciales de los que los propios estadounidenses participantes, los chinos, los palestinos, los iraníes, etcétera, etcétera, todos los cuales son “formidables enemigos” (como le gusta clasificarlos) y contra los cuales ha levantado una verdadera cruzada. Los acusa a estos y otros más, de ser parte de un gran bloque político y económico que está terminando con el “poderío estadounidense” y que pone en riesgo “el estilo de vida americano. Estos “argumentos” muy parecidos a los del nefasto macartismo, los utilizan para violentar derechos humanos; para censurar o de plano, clausurar medios de comunicación a los que consideran hostiles; para agredir a periodistas; amenazar a naciones enteras con invasiones militares. La victimización le fue extraordinariamente útil para ganar su segundo periodo como presidente y le está siendo útil para adquirir una enorme fuerza como presidente.

Podría poner muchos más ejemplos de este comportamiento de victimización en gobernantes populistas autoritarios, pero para propósitos de este artículo, concentrémonos con mayor profundidad en México.

Victimizándose de manera constante, los gobiernos de López Obrador y de Claudia Sheinbaum buscan, consistentemente, “enemigos” con los cuales justificar su manifiesta incapacidad para resolver los problemas del país; buscan enemigos para distraer la atención de la gente de lo importante, o de plano, para esconder su responsabilidad ante los estragos que sus respectivos gobiernos están causando al país y al conjunto de la población. Victimizar les permite, al mismo tiempo, cohesionar a sus seguidores en torno a la narrativa de un gobierno que está siendo asediado por perversos y despiadados enemigos de la patria, ya la que solo ellos encarnan.

A lo largo del sexenio de López Obrador, la victimización fue una constante de la cual existen innumerables evidencias de las cuales vale la pena recordar algunas:

  • El 27 de junio de 2004 cientos de millas de ciudadanas/os se concentraron en la avenida Reforma de la capital para protestar en contra de la inseguridad prevaleciente en la ciudad de México y en otras entidades federativas. La vanguardia de la marcha ya se encontraba en la plancha del Zócalo cuando la retaguardia apenas dejaba las escalinatas del monumento al Ángel de la Independencia. La reacción del entonces Jefe de Gobierno fue victimizarse en el tono de esta declaración: «quienes marcharon son unos reverendos mentirosos. Esos pirruris de la derecha andan con sus campañitas en favor de la paz y sus moñitos blancos. ¿De qué paz hablan esos señoritingos reaccionarios»?
  • En ese mismo año de 2004, salieron a la luz videos que mostraban a colaboradores suyos recibiendo de un empresario corrupto maletas repletas de dinero. López Obrador se victimizó alegando la existencia de un complot en su contra, en vez de asumir responsabilidad o investigar a fondo a sus colaboradores, entre ellos a su propio secretario particular y además, al entonces esposo de Claudia Sheinbaum.
  • Ya como presidente de México, cuando se dio el atentado en contra del periodista Ciro Gómez Leyva, el entonces presidente López Obrador, sugirió que el verdadero objetivo era perjudicar a su gobierno, desplazando el foco de atención de la víctima hacia sí mismo.
  • Cuando se reveló el plagio de tesis de la ministra Yasmín Esquivel, propuesta por él para integrar la Suprema Corte, López Obrador argumentó que era una campaña de “politiquería” para dañarlo a él.

Claudia Sheinbaum como jefa de gobierno de la CDMX y como presidenta de México no se desmerece en eso de “tirarse al suelo” para aparecer como víctima.

  • Así lo hizo cuando enfrentó críticas y señalamientos acerca de su propia responsabilidad en el derrumbe del colegio Rebsamen que costó la vida a decenas de niñas y niños que estudiaban en dicho centro escolar, y en lugar de atender el tema para llevar ante los tribunales a los responsables (probablemente ella misma) alegaba que culparla era una actitud machista y misógina de los críticos.
  • Lo mismo sucedió con el colapso de la línea 12 del metro. Ella era el centro de los señalamientos de irresponsabilidad por falta de mantenimiento a los vagones que se desplomaron, y sin embargo, la entonces jefa de gobierno culpó a la empresa que ella misma había contratado para elaborar un diagnóstico de las causas del derrumbe; Claudia acusó a la empresa de elaborar un informe malévolo y mal intencionado con el propósito de dañarla políticamente.
  • Ya como presidenta y tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, la reacción oficial fue descalificar a los críticos, acusándolos de ser “buitres carroñeros”; de ser parte de una conspiración de la “ultraderecha internacional” y presentándose como blanco de ataques injustos, todo ello en lugar de asumir la crítica ciudadana contra la inseguridad pública.

Claudia Sheinbaum señaló directamente a la “ultra derecha”, a los periodistas, a empresarios, a jóvenes activos en las redes sociales y a la oposición partidista, de ser parte de una conjura que organizó la marcha del 12 de noviembre pasado. Ella reprime a los asistentes de manera brutal, salvaje y sin embargo, se hace aparecer como la víctima de un complot.

Se victimiza porque está siguiendo el guion de la narrativa mediática de su antecesor, pero no hay que perder de vista que victimizarse es un comportamiento habitual de los gobiernos populistas y totalitarios, principalmente, para minimizar los costos políticos de sus decisiones erróneas. Al presentarse como víctima, el gobierno mexicano busca reducir el impacto negativo de la creciente inseguridad y violencia; busca además, detener una brusca caída en su imagen pública; pero especialmente, busca polarizar el debate y la contienda política, reforzando la idea de que en esta confrontación sólo uno saldrá vivo: “nosotros o ellos” dice, y con ello, refuerza además, las acciones para fortalecer la lealtad de sus seguidores.

Sin embargo, la estrategia de la victimización política, aunque efectiva en el corto plazo, conduce al paso del tiempo, al debilitamiento de los líderes que la practican, pues la polarización social y política conlleva, inevitablemente, a un extremismo fundamentalista y ello se hacen imposibles las soluciones a los problemas del país, sino además, reafirma el escenario en términos de “¡O nosotros” (el gobierno) o “ellos” (la disidencia)!

La historia nos enseña que en circunstancias de esta naturaleza, es muy frecuente que los gobiernos opten por la instalación de dictaduras.

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