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11 de mayo de 2024 7:05 am
Alianza: quimera y traición

Alianza: quimera y traición

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Demasiada belleza para ser realidad. Lo advertimos en anterior colaboración, solo funcionaría la alianza opositora si las dirigencias renunciaban a sus intereses personales, a la ambición de poder, a los beneficios de grupo; únicamente si anteponían el interés superior de los mexicanos podrían recobrar la confianza ciudadana y recuperar los cargos de elección popular que se esfumaron desde 2018.

Tal vez más por conveniencia política, en las elecciones intermedias de 2021 demostraron civilidad las dirigencias de los partidos; los cuales, por hartazgo social y falta de propuestas al electorado, fueron expulsados del paraíso luego de un duro revés en las urnas hace cuatro años. La oposición había sido reducida a su mínima expresión, incluso algunos hasta en peligro de desaparecer, perdieron representatividad.

Para 2021, con sensatez, acordaron una alianza y presentaron candidatos comunes en las Cámaras y alcaldías. Ante los nulos resultados de la administración de la 4T, los ciudadanos decidieron dar nuevamente un voto de confianza a los aliancistas y derrotaron a los morenistas. Rescataron dos gubernaturas y le quitaron la mayoría en el Congreso, además de ganar la mitad de la CDMX. Envalentonados, representaron un dique contra las iniciativas presidenciales, acostumbrados en Palacio Nacional a que no se le quitara ni una coma a las propuestas del Ejecutivo. Firmaron un acuerdo mediante el cual marcharían juntos en una agenda legislativa común y no dejarían pasar las iniciativas morenistas, como la Reforma Energética o la militarización de la seguridad pública, entre otros temas. Así, mantendrían la alianza para retener las gubernaturas del EDOMEX y Coahuila y pensar en un candidato único en las elecciones presidenciales de 2024. Pero todo resultó una quimera.

Regresaron los intereses de grupo o personales, además de sucumbir a las presiones de la 4T mediante la intimidación de “copelas o cuello”, dado el pasado impresentable de políticos como el líder del PRI, “Alito” Moreno, quien no solo ha exhibido su falta de ética o su proclividad a la corrupción y el enriquecimiento ilícito, sino la falta de moral política y demostrar que es capaz de traicionar a su partido, provocar el divisionismo interno y romper con la alianza, con tal de no pisar la cárcel. Dicen que, para tener la lengua larga, hay que tener la cola chica, y el campechano muere por su propia boca. Brabucón, boquifloja, sin cualidades de verdadero dirigente, entregó a su partido en bandeja de plata, con el beneplácito presidencial. No hace mucho, era tal la complacencia del dirigente priista a los caprichos de la 4T que se habló del PRIMOR.

Pero los resultados del 2021 hacían suponer que el tricolor recuperaba su vigencia, aunque no contaban con el pasado tormentoso de “Alito” y el bombardeo mediático al que lo sometió su paisana, la gobernadora, además de la persecución penal en su contra y la amenaza del desafuero. De tal suerte que prefirió la traición para salvar el pellejo. Mientras la oposición rechazaba la incorporación de la Guardia Nacional a la SEDENA, “Alito” se sacó de la manga una iniciativa de ley, mediante la cual el ¡PRI pide que el Ejército se mantenga en la calle en funciones de seguridad pública por cuatro años más! La propuesta la presentó a través de la legisladora Yolanda de la Torre. Ante tal atraco, PAN y PRD decidieron suspender temporalmente la alianza hasta que el PRI retire esa vesania, la cual contraviene el compromiso de llevar una agenda legislativa común.

Y aunque el PAN no canta mal las rancheras, ya que se resiste a presentar un candidato único en el EDOMEX, se adelantó y destapó al también exhibido ex alcalde de Huixquilucan, Enrique Vargas. Sin embargo, nada eclipsa la cobarde traición de “Alito” a su partido y a México con tal de no ir a la cárcel. La Alianza resultó una quimera.

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