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18 de marzo de 2024 11:31 pm
HISTORIAS EN EL METRO: ENTRE BANDERAS

HISTORIAS EN EL METRO: ENTRE BANDERAS

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Por Ricardo Burgos Orozco

Era entre semana en la mañana. Estaba lloviendo muy fuerte; tenía que llegar a las 8 y media a un evento en Aragón y, a consecuencia de la lluvia, los trenes avanzaban con desesperante lentitud. Iba de Centro Médico a Pantitlán para transbordar a la Línea 5 y se me estaba haciendo tarde para llegar a mi destino.

Llegamos a la estación Puebla – una antes de Pantitlán — y no avanzábamos. Me bajé, caminé unos pasos a la avenida cercana en busca de tomar un taxi, con todo y la lluvia que no paraba. Había fila y preferí mejor regresar al Metro ante el fracaso de mi intentona.

Al regresar vi que todavía estaba el tren que dejé al bajarme minutos antes; me volví a subir y a los 30 segundos comenzó a caminar ¡Suerte! Ya sólo faltaba una estación para llegar a mi primer destino. La estaba librando y posiblemente sí iba a estar a tiempo después de todo.

Me bajé apresuradamente en Pantitlán y casi corrí con rumbo hacia la Línea 5. El acceso estaba cerrado y dos vigilantes en la entrada ¿Ahora qué pasa? ¿Por qué está cerrado? Les pregunté a los policías. Me contestaron con toda la calma del mundo que en unos minutos iban a abrir, sin dar más explicaciones ¡Ya valió! Pensé.

Me dije: cómo medida urgente voy a salir y afuera tomó un auto de alquiler. El problema es que no sabía para dónde, me rodeaban solamente los letreros de los transbordos a las líneas 1, 5, 9 y A, pero no encontraba alguno que señalara a la calle. Caminé – más bien corrí — por un largo pasillo y por fin di a la avenida Pantitlán.

En los alrededores había un mar de gente que iba y venía con premura, peseras, trolebuses, taxis, autos particulares. Era en la mañana y llovía; el escenario estaba complicado para tomar algún vehículo que me llevara al lugar de mi cita.

Por fin en una esquina observé un sitio de taxis y estaba uno en espera. Un hombre gordito y despreocupado me preguntó si subía, le dije que sí, que iba a un lado de la estación Aragón del Metro, pero ya se me había hecho tarde y tenía que llegar antes de las ocho y media. El taxista entendió por fortuna mi preocupación y aceleró, tomó varios atajos y me hizo llegar a las 8:25, lo que le agradecí, aunque me cobró 200 pesos — se me hizo muy caro –; “es que nosotros somos de sitio, mi señor”, me explicó. Ya qué.     

Ya de regreso, tranquilo, volví por Pantitlán. Me di cuenta del tamaño enorme de las instalaciones con cuatro rutas que confluyen. Al ser correspondencia de cuatro líneas es la estación más grande de todo el Sistema de Transporte Colectivo y por supuesto mueve a millones de pasajeros diario.

Pantitlán es un vocablo náhuatl que significa Entre Banderas. En tiempo de los aztecas era parte del Lago de Texcoco; había una alcantarilla donde llegaban los remolinos con mucha fuerza que se llevaba las canoas y por eso colocaban banderas para avisar a los navegantes del riesgo. De ahí que la iconografía de la estación sean dos banderas. Comenzó su funcionamiento en 1981.  

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