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16 de abril de 2024 7:05 am
Política migratoria y derechos humanos

Política migratoria y derechos humanos

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Estamos frente a una de las crestas más altas, quizá la mayor, de las migraciones masivas hacia Estados Unidos.

El número más grande de detenciones en la frontera sur de Estados Unidos se alcanzó en el año fiscal 2000, cuando ascendieron a un millón 700 mil; en 2021 puede llegarse a casi 2 millones de arrestos, de los que unos 600 mil serían de mexicanos, de acuerdo con la actual tendencia, lo que representaría la cifra más alta en 20 años.

Entre enero y julio, la autoridad mexicana ha realizado 117 mil detenciones en su frontera sur, 22 mil más que en el mismo periodo del año anterior. De seguir así, el Instituto Nacional de Migración puede llegar a 200 mil detenciones, la mayor cantidad en 15 años.

La suma de factores y causas, como pobreza, violencia, conflictos políticos, fenómenos naturales, pandemia y expectativas de política migratoria comprensiva en EU, entre otros, ha producido una ola gigantesca que necesariamente pasa por México, cuyas dos fronteras se ven sometidas a la presión de miles de personas necesitadas, desesperadas y esperanzadas.

Es un desafío complejo que implica, fatalmente, dolor para los migrantes, quienes enfrentan adversidades extremas de toda índole: climáticas, hambre, abusos, delincuencia organizada y peligros mortales. A pesar de estos riesgos, hay tanto sufrimiento y desesperanza en lo que dejan atrás, que no hay amenaza que los intimide ni muro que los detenga.

En el entendido de que no hay solución fácil, quizá valdría considerar las siguientes medidas:

1. Para el mediano y largo plazo, impulsar el desarrollo regional de manera sistemática y sostenida, lo que se ha propuesto desde hace dos décadas y ahora el gobierno de México se empeña en lograr con la participación de EU. Se trata de identificar medidas acertadas y perseverantes que modifiquen estructuralmente las condiciones de vida en la región, que acusa rezagos endémicos.

2. Durante años en México pareció prevalecer la política de dificultar el camino a los migrantes y permitir incluso su maltrato como una forma de disuasión. En sustitución de esa vía de desaliento, que se pretendía astuta y en realidad era perversa, quizá pueda evaluarse otra disuasión más honesta y explícita: no estamos en condiciones de recibir migración masiva y por lo tanto México la contendrá en el sur. Puede sonar frío y poco solidario, pero es mejor desalentar la llegada de más migrantes, que animarla cuando no se está en posibilidades de protegerlos o de brindarles apoyo.

3. La complejidad de la migración nos ha llevado a contradicciones que debemos resolver, como recibir a los afganos que huyen del régimen talibán y cerrarles el paso a quienes escapan de la Mara Salvatrucha. Se entiende, desde luego, que hay una enorme diferencia entre recibir a pocos que quieren vivir en México y acoger a docenas de miles que buscan llegar a EU enfrentando grandes riesgos. Sin embargo, hay una acción fundamental que sí está al alcance de nuestras instituciones: garantizar que ningún agente del Estado de ningún orden de gobierno agreda a los migrantes. Es inadmisible que se repitan casos de abuso y trato inhumano como los que hemos atestiguado recientemente. Es indispensable preparar a los elementos de todas las corporaciones en materia de derechos humanos y en protocolos de actuación para los operativos de detención y, en caso de que alguien utilice la fuerza arbitrariamente, sancionarlo conforme a derecho más allá del despido laboral.

4. Hay que castigar con la mayor dureza de la ley a los traficantes, secuestradores, violadores y asesinos de migrantes. Urge acabar con la impunidad para los delitos que se cometen contra personas que, como los nuestros en Estados Unidos, lo único que quieren es vivir mejor. El gobierno de México tiene la facultad soberana de determinar su política migratoria, cuya aplicación tiene un límite infranqueable: el imperativo legal y moral de respetar los derechos humanos de los migrantes. 

Mauricio Farah* Twitter: @mfarahg 

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