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16 de octubre de 2025 11:19 am
De la Felicidad Inducida a la Algofobia: El Precio del Progreso sin Libertad

De la Felicidad Inducida a la Algofobia: El Precio del Progreso sin Libertad

Por Victor Hugo Celaya Celaya….

https://vhcc.substack.com

Estoy convencido de que la verdadera felicidad y el desarrollo individual no deben ser paliativos ni condicionados, sino un producto genuino de la libertad, la conciencia y la aspiración de cada persona.

Por ello, quiero compartir con ustedes una breve reflexión sobre nuestro desarrollo como individuos y como sociedad, a partir de tres lecturas fundamentales del pensamiento filosófico moderno que han llamado mi atención y han marcado distintas etapas de mi formación profesional y personal, tanto en México como en el extranjero.

Aldous Huxley, B. F. Skinner y Byung-Chul Han, desde diferentes épocas y contextos, abordan un dilema propio de nuestro tiempo: el condicionamiento al que está sujeto el ser humano en una sociedad que, en nombre del progreso y el bienestar, limita su libertad, anestesia su pensamiento crítico y en ocasiones lo somete.

En sus prestigiadas y reconocidas obras (Un Mundo FelizMás allá de la libertad y la dignidad y La Sociedad Paliativa), encontramos un hilo conductor que, a través de casi un siglo (1931-2021) de evolución de nuestra realidad social y de múltiples avances tecnológicos, plantea la misma amenaza: la sustitución del esfuerzo individual, la conciencia y la libertad por una felicidad inducida y prefabricada, y una comodidad que amenaza con someter a las generaciones actuales y futuras al inmovilismo y el conformismo.

El Tránsito Histórico de la Condición Humana

Huxley, en la primera publicación de Un Mundo Feliz en 1931 en el Reino Unido, nos advirtió sobre los riesgos de una felicidad artificial y condicionada, donde el placer inmediato reemplaza al pensamiento libre. Su distopía, más allá de la ficción, ha visto reflejados muchos de sus temores en el control social ejercido a través de la gratificación instantánea.

Skinner, por su parte, en Más allá de la libertad y la dignidad (1971, Estados Unidos), lleva esa idea más lejos al proponer una sociedad regulada por el control del comportamiento humano (neoconductismo), donde la libertad y la dignidad se redefinen bajo los parámetros de la eficiencia y el desempeño. En su visión, los refuerzos positivos del entorno, más que la voluntad, determinan la acción.

Han, finalmente, en su obra La Sociedad Paliativa (2021, Alemania), nos muestra el desenlace de ese proceso de condicionamiento: una humanidad que teme al dolor (algofobia), que evita el conflicto y que vive bajo una “sociedad paliativa” donde todo malestar se oculta por la exigencia de mantener el optimismo, la actitud positiva y el rendimiento inmediato esperado por otros.

Estas tres visiones reflejan el tránsito del ser humano desde la esperanza de un mundo perfecto hasta la realidad de una sociedad que teme sentir y enfrentar sus propias debilidades y las exigencias de su evolución. Estas lecturas nos invitan a preguntarnos si el progreso, tal como lo entendemos hoy, nos acerca realmente al logro de nuestra plenitud o si solo nos acomoda en una forma más sofisticada de sometimiento condicionado.

La Sociedad Paliativa y el Valor del Conflicto

Vivimos hoy en un mundo regido por la inmediatez, el consumo y la búsqueda superficial de bienestar material. Sin embargo, una sociedad verdaderamente libre no puede ser paliativa; por el contrario, debe ser transformadora.

Actualmente, estamos condicionados por las formas y costumbres de una sociedad atrapada en su modernidad por la fuerza de las expectativas materiales inmediatas. Estas expectativas privilegian al individuo sobre su libertad para decidir y hacer lo necesario para cambiar y transformar de fondo su entorno, inhibiendo la creación y construcción de una sociedad más justa e igualitaria. El individuo se ve sometido a una felicidad impuesta por la costumbre o por el miedo a su superación en libertad de pensamiento y acción.

El verdadero desafío de nuestro tiempo no consiste en eliminar el dolor, sino en aprender de él para recuperar la dignidad, la libertad y la capacidad de transformar el mundo que nos rodea. Es cierto que todos tememos al dolor, pero, al igual que en la guerra o en los enfrentamientos, el valor radica en la capacidad de vencer el miedo y el sufrimiento para alcanzar los objetivos y encontrar la felicidad.

Solo quienes se atreven a sobreponerse a los contratiempos, a las adversidades, pero sobre todo al miedo y al dolor que implica defender la autenticidad en la lucha por principios e ideales, están hechos, capacitados y preparados (como diría Max Weber por analogía) para trascender en la vida.

El Llamado a la Nueva Generación Mexicana

En México, especialmente, los jóvenes tienen hoy ante sí una enorme responsabilidad histórica: romper con la pasividad de la “sociedad paliativa” y asumir su papel como generadores del cambio. No basta con adaptarse a un sistema que nos ofrece comodidad a cambio de conformismo.

Solo cuando el individuo, y especialmente las nuevas generaciones, asuman la libertad como verdadero motor de cambio, y no como una simple aspiración egoísta, podremos construir un entorno donde las ideas, los sueños y el esfuerzo personal den sentido real al desarrollo humano y colectivo.

Esas tres lecturas de Huxley, Skinner y Han son una llamada a la reflexión para todos, una toma de conciencia para subrayar que el individuo, sus ideas, sus aspiraciones y sus proyectos deben ir más allá del condicionamiento de su entorno y de una realidad que, la mayor de las veces, somete e inhibe su capacidad de evolución real y auténtica.

Es tiempo de recuperar la libertad como mentalidad e impulso para crear y construir lo mejor como individuos y sociedad, teniendo siempre a la dignidad como principio rector y el esfuerzo como el camino al éxito y la culminación real de nuestros sueños y aspiraciones.

Una nueva generación mexicana, consciente, libre y valiente, tiene la capacidad de transformar la modernidad condicionada en una sociedad que piense, sienta y actúe con sentido. Los jóvenes están llamados a evolucionar hacia un mundo donde la libertad y la dignidad de cada individuo sean fundamentales para alcanzar su éxito, el cumplimiento de sus aspiraciones y de sus sueños de superación personal, como sociedad y como país.

La verdadera felicidad no reside en evitar el dolor, sino en atreverse a construir los sueños que lo trascienden. Esta es la única ruta hacia una sociedad donde el éxito no se mida por la apariencia ni el consumo, sino por la capacidad de cada individuo de contribuir, con libertad y coraje, a un país y a una sociedad más justa, más humana y verdaderamente feliz.

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