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27 de junio de 2025 10:16 pm
EDUCACIÓN EN DERECHOS HUMANOS PARA COMBATIRLA DISCRIMINACIÓN CONTRA LA COMUNIDAD LGBTIQ+

EDUCACIÓN EN DERECHOS HUMANOS PARA COMBATIRLA DISCRIMINACIÓN CONTRA LA COMUNIDAD LGBTIQ+

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  •    La pluralidad nos enriquece a todas y todos, señaló Claudio Tzompantzi Miguel
  •    Aunque hay avances, las expresiones de rechazo, estigma y violencia explícita contra ese sector de la población, continúan en la sociedad, alertó Virginia Barragán Pérez

El miedo y el rechazo son reacciones esperadas cuando nos aproximamos a algo que no conocemos. De ese modo, detrás del estigma y discriminación hacia las personas de la comunidad LGBTIQ+ está el desconocimiento y mitos acerca de cómo son, quiénes son, qué hacen, etcétera.

Una manera de romperlos es enterarnos, informarnos y formarnos, y ese es uno de los retos importantes por atender, para lograr que todos podamos vivir con tranquilidad, con derechos, con oportunidades e impulsando una cultura de paz. Hay que seguir luchando por habitar un mundo más plural, libre de violencia, afectivo y colectivo, aseguraron académicos de la UNAM.

En tal sentido, el “mes del orgullo” debe ser un pretexto para pensarnos en lo plural de los cuerpos, de los afectos, de las expresiones, del erotismo y entender que esa pluralidad siempre nos enriquece a todas y todos, aseveró Claudio Tzompantzi Miguel, profesor de la Facultad de Psicología (FP).

En el marco de esa celebración, Virginia Barragán Pérez, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina invitó a que en la sociedad reflexionemos acerca de las acciones con las que contribuimos a construir ambientes que no permiten que todas las personas expresen su identidad de una manera libre, y esforzarnos para coadyuvar a fortalecer una cultura de derechos humanos y de respeto para todas y todos por el solo hecho de ser personas, e independientemente de cuál sea su expresión o identidad genérica.

“Salir o no del clóset”

Un aspecto importante del desarrollo de la identidad es mostrar quiénes somos, y al hacerlo, esperaríamos una aceptación del entorno. “Salir del clóset” es positivo porque es parte del desarrollo y reafirmación identitaria de las personas. Sin embargo, aclaró Barragán Pérez, vivimos en una sociedad en la cual, a veces, mostrar quiénes somos puede volverse peligroso.

Dar ese paso inicia con la idea de reconocimiento, de que “yo también formo parte de esta sociedad y tengo algo que aportar. Y es necesario hacerlo como parte de reconocerse como ser social, humano y de derechos”, añadió Tzompantzi Miguel.

Esa no es solo una cuestión personal, sino social y política. Nos enseñaron a ver el mundo en “blanco y negro”, donde solo existen hombres y mujeres, y una sola forma de amar y desear, a la cual llamamos heterosexualidad. Sin embargo, “el mundo también es de colores”. Por ello, se vuelve necesario para nuestra sociedad aprender que las posibilidades de ser, existir y relacionarnos son muchas más, dijo el universitario.

De manera histórica, aquel que se manifiesta como diferente ha sido perseguido. Y cuando alguien decide permanecer en el “clóset” es por miedo a ser considerado criminal, no deseable o patológico. Muchas personas determinan no nombrarse por una situación de autocuidado, precisó el especialista.

De acuerdo con la Primera consulta universitaria sobre condiciones de igualdad de género de la comunidad LGBTTTIQ+ en la UNAM, elaborada por la Coordinación para la Igualdad de Género y la Dirección General de Atención a la Comunidad, ambas de la Universidad Nacional (2022), cinco mil 529 personas que forman parte de la comunidad universitaria (estudiantes, académicos y trabajadores) se reconocen como diversidades sexogenéricas.

Son más de 20 las expresiones de esa diversidad (cuerpos sexuados, identidades y expresiones de género y formas de vinculación erótica-afectiva-sexual) que coexisten en esta casa de estudios, entre ellas, bisexual, asexual, género fluido, hombre y mujer trans, homosexual, intersexual, lesbiana, no binarie o pansexual.

En esa población se han registrado formas de discriminación, entre otras están la negación a reconocer su identidad, gestos de desagrado, comentarios estereotipados, chismes o rumores, burlas, intimidación, amenaza o maltrato físico, en 72.56 por ciento de los casos. De las personas participantes, 54.57 por ciento declararon como un efecto de eso haber evitado hablar abiertamente de su orientación sexual, expresión e identidad de género.

Además, 52.90 por ciento declaró haber experimentado malestar emocional como resultado de la discriminación vivida; y 17.47 por ciento sintió deseos de dejar de vivir.

El discurso público hacia la expresión de esas diversidades sexogenéricas es que cada vez son más aceptadas, que vivimos en un entorno de respeto de derechos, y aunque hay cierto avance al respecto, las expresiones de rechazo, estigma, discriminación, incluso violencia explícita, continúan en la sociedad, alertó Virginia Barragán.

Diferentes estudios señalan que las tasas de depresión, ansiedad e ideación suicida pueden llegar a ser mucho más altas en la población LGBTIQ+, que en el resto. Una de las teorías que intenta explicarlo es el llamado estrés de minoría: cuando esas personas están expuestas a los estímulos que conlleva la discriminación, el estigma, al ser constantemente señaladas, cuestionadas o violentadas, se exponen a estrés crónico, con efectos en la salud.

Además, salen una y otra vez de los diferentes “clósets”: dentro de la familia, el trabajo, la escuela, con los amigos, etcétera. Como sociedad deberíamos imaginar el estrés que genera pensar que cada una de esas ocasiones una persona se podría exponer al rechazo, una broma o un señalamiento, y por eso es necesario ser más compasivos, sentenció.

Desde el punto de vista de la salud mental y de protección, en algunos casos “no tendríamos que salir del clóset como un deber, sino prepararnos para tener las condiciones de personalidad y desarrollo social, para hacerlo de manera más o menos segura”, consideró Virginia Barragán.

Tzompantzi Miguel coincidió en que “no salir” puede ser un mecanismo de defensa y seguridad; “salir o quedarme también implica enfrentarme a muchos miedos. Para muchas personas puede ser liberador, pero a otras les puede costar la vida”, en especial en un país como el nuestro, con altos índices de crímenes de odio por identidad sexogenérica.

Las pedagogías queer nos invitan a pensar, por ejemplo, las lógicas dentro de los espacios escolares para hacerlos más inclusivos: “cuando se pide hacer filas de niños y niñas alguien puede preguntarse “¿yo dónde voy?” “¿dónde quedo?”. Esa norma le dice “no hay un espacio para ti”. Por eso, hay que pensarnos en la diferencia, y los espacios que habitamos, desde la pluralidad, y saber que la diversidad es positiva, que “no soy una patología, un criminal ni un pecado, sino una persona que expresa su ser y que ama de manera diferente”.

Empero, hay resistencias por todos lados. Decía Albert Einstein que “es más fácil destruir un átomo que un prejuicio”; sin embargo, hay que seguir luchando en lo personal, en lo relacional, en lo social, y transformar nuestra cultura, no por moda, ni por estar en contra de la heterosexualidad, sino para que todos podamos vivir con tranquilidad, con derechos, oportunidades y en paz. Este mes es un momento de celebración, de orgullo, pero también de reflexión, opinó Tzompantzi Miguel.

Luchar por la identidad es un reto vigente, junto con el reconocimiento de la sociedad de que no solo hay una forma de ser ni de expresarnos. También que se reconozcan las garantías civiles, sexuales y sociales de todas las personas, y la creación de espacios seguros para la comunidad LGBTIQ+. Se requiere más educación en derechos humanos, y que salir del clóset sea una decisión personal, sin que esté “contaminada” por ningún riesgo, concluyó Virginia Barragán Pérez.

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