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10 de mayo de 2025 1:57 pm
Distopía morenista: adiós a la política

Distopía morenista: adiós a la política

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Sin la presencia de su líder fundador, el expresidente López Obrador, pero con innumerables citas a sus dichos y la presencia de su hijo en la mesa de los dirigentes, la sesión extraordinaria del Consejo Nacional de Morena bien podría alimentar el guion de una distopía. Porque todo lo dicho en la encerrona del Word Trade Center, el 4 de mayo, suena a un mundo tan ideal como imposible, el de un partido donde la crítica ameritará castigo si es pública, al igual que la revelación de los disensos.

De acuerdo con la liga de la reunión, gobernadores, funcionarios, senadores y diputados, en calidad de invitados especiales o consejeros, actualizaron por unanimidad sus reglas partidistas.

“Recibimos una carta de nuestro referente moral, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo”, informó la presidenta del partido, Luisa María Alcalde Luján. Una carta de Palacio Nacional que aludía a casos que llevaron a la mandataria, ahora con licencia partidista, a poner orden, como el de la senadora Andrea Chávez, quien reconoció que era dinero de empresarios el que pagaba las ambulancias de la salud que, con su propaganda, circularon en Chihuahua.

“Nuestra presidenta Claudia Sheinbaum, después de observar ciertas acciones que pudieran generar divisiones o identificarse como actos anticipados de campaña nos ha convocado a clarificar las disposiciones que norman la conducta política”, sostuvo el presidente del Consejo Nacional del partido, el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo.

Y, aunque dos meses atrás los legisladores de Morena mandaron hasta 2030 el fin del nepotismo que la mandataria reclamaba para 2027, ese día festejaron la rectificación partidista. “El pueblo no quiere presidencias, gubernaturas, ayuntamientos o cargos legislativos hereditarios ni secuestrados por clanes familiares”, dijo Durazo. Y estalló la ovación.

La dirigente del partido dio lectura a la carta en la que Sheinbaum pide a los morenistas evitar la soberbia, el sectarismo, la corrupción, los autos de lujos, vuelos privados, andar con guardaespaldas, “tener como anhelo portar ropa de marca” o “comer en restaurantes caros”. Se escuchó en seguida una tronante ovación. En la carta presidencial había taches contra los parlamentarios viajeros: “Las y los legisladores no deben andar en congresos internacionales usando recursos públicos para viajar al extranjero, hacer turismo político”.

Una brevísima referencia a la narcopolítica: “No puede haber colusión con la delincuencia ni organizada ni de cuello blanco”. Y la recomendación de que se pongan a repartir volantes, casa por casa, sin arreglos oscuros con padrinos del poder económico. “Considero importante que no se permita el uso de anuncios espectaculares, la promoción de servicios privados, las campañas de odio en contra de otros participantes en la encuesta y evidentemente el uso de recursos públicos”, se exponía en la carta.

La dirigencia de Morena tradujo las propuestas presidenciales en una lista de prohibiciones que dejarían fuera a quienes hasta ahora se cobijan en el fuero de las bancadas oficialistas. Algunas de éstas suenan tan ridículas como la trama de aquel libro de Milán Kundera que contaba cómo una simple broma contra un alto dirigente del partido-gobierno había convertido al chistosito en un perseguido político.

Y no fue casual que un reputado monero que es parte del tanque de pensamiento de Morena, Rafael BarajasEl Fisgón, diera lectura a los vetos cuyo incumplimiento tendrá consecuencias, es decir, penalizaciones. “Nuestro movimiento no puede permitir por ningún motivó conductas como: violencia de género, incorporación en responsabilidades administrativas y políticas de personajes con sanciones administrativas o penales, diferencias entre altos dirigentes nacionales ventiladas públicamente que dañen al movimiento, actos anticipados de campaña”, enumeró el caricaturista.

Al escuchar los señalamientos, recordamos inevitablemente conductas que —según lo dicho en esa asamblea— serán pecado: los Yunes exonerados de sus acusaciones gracias al voto a favor de la reforma judicial; la advertencia de Pedro Haces a la diputada Gabriela Jiménez de que le iban a quitar la vicecoordinación si votaba contra el dictamen que salvó a Cuauhtémoc Blanco, la filtración de ese amago a la prensa, el “no estás solo” que custodió al futbolista, liberado de la solicitud de desafuero de la Fiscalía de Morelos, y el pleito que abrió el coordinador de los senadores de Morena, Adán Augusto López, en contra de su homólogo en Diputados, Ricardo Monreal, acusándolo de haber gastado de más cuando fue líder de la Cámara alta.

Ambos parlamentarios y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, escucharon los mandamientos contra comportamientos que de sobra cometieron, como ese de señalar que los dados de la competencia interna por la candidatura presidencial estaban cargaditos. Cinco gobernadores —Joaquín Díaz MenaRocío NahleEduardo RamírezMarina del Pilar Ávila y Mara Lezama— leyeron las prohibiciones que, de cumplirse, dejarían sin chamba a los expertos en campañas negras, propiciando la expulsión del partido de las gargantas profundas y los operadores de bots.

Encarrilados en la pretendida purificación de sus excesos, prohibieron el reparto de despensas, “la manipulación y la coacción del voto” y el acarreo del que son maestros. Ése es el capítulo cómico de la distopía. Pero, claro, ese mundo de pureza partidista sólo aplicaría para la disputa interna del poder, a fin de que su reparto haga de las competencias electorales una especie de retiro de monjes tibetanos.

El premio ante tanta contención es que los ungidos por el espíritu celestial de las encuestas de Morena podrán salir a la vida real declarándoles la guerra a sus adversarios, al aplicarles todo eso que entre ellos quedó vedado.

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