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8 de mayo de 2025 3:21 pm
La Encrucijada de México: la Deuda y el Desarrollo

La Encrucijada de México: la Deuda y el Desarrollo

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Por Victor Hugo Celaya Celaya..

vhcc.substack.com

Históricamente, México ha mirado hacia el exterior para obtener los recursos financieros que no siempre hemos podido generar internamente en la magnitud necesaria para impulsar nuestro desarrollo, en especial para financiar el gasto público. Si bien esta práctica no es nueva, en los últimos años se ha intensificado de manera preocupante. La deuda pública ha escalado a niveles que superan con creces lo observado en décadas pasadas, mientras, paradójicamente, hemos visto una reducción considerable en la inversión destinada a sectores que son verdaderamente estratégicos para el crecimiento económico, como la infraestructura básica y los servicios públicos esenciales.

Al primer trimestre de 2025, la deuda pública de México se situó en un 49.2% del Producto Interno Bruto (PIB), con el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) alcanzando los 17.66 billones de pesos. Este nivel representa un incremento notable si lo comparamos con cifras de inicios de siglo, cuando rondaba el 19% del PIB. Aunque la administración actual proyecta un aumento en la relación deuda/PIB menor que la de algunos sexenios anteriores (un 6.6% adicional comparado con el 8% del periodo 2012-2018), el costo financiero de esta deuda se ha vuelto una carga cada vez más pesada. Entre enero-julio de 2019 y 2024, el servicio de la deuda prometió el 12% del gasto neto del sector público, una cifra superior a la de administraciones previas. De hecho, a finales de 2023, el costo del servicio de la deuda superó el billón de pesos, alcanzando 1.045 billones, una cifra que no veíamos desde la década de 1990, tras la crisis de la deuda. Este creciente costo tiene consecuencias directas: en 2024, por ejemplo, se destinó el 3,4% del PIB al pago de intereses, mientras que solo el 2,7% se invirtió en salud. La inversión física, clave para el futuro, incluso registró una disminución anual real del 12.3% en el primer trimestre de 2025, en parte debido a una alta base de comparación por proyectos concluidos en 2024. Este panorama configura un ciclo adverso donde el endeudamiento creciente limita la capacidad de invertir en el futuro, lo que a su vez puede frenar el crecimiento y generar nuevas necesidades de financiamiento.

Una porción significativa de este endeudamiento proviene de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Sus préstamos, si bien pueden ofrecer un respiro, usualmente vienen acompañados de condiciones que exigen la aplicación de políticas macroeconómicas restrictivas: control férreo de la inflación, contención del gasto corriente y una disciplina fiscal rigurosa. Estas, aunque buscan generar estabilidad, no siempre atacan la raíz de la fragilidad estructural del país. Una estabilidad basada únicamente en estas restricciones, sin un crecimiento robusto y una inversión productiva, puede ser precaria. El problema se agrava cuando el gasto público se utiliza de manera ineficiente, destinándose a obras de baja rentabilidad o a programas asistenciales que, aunque a veces necesarios, carecen de una planificación adecuada y de mecanismos que aseguren su impacto a largo plazo. La situación actual, con niveles de deuda que recuerdan a períodos de crisis pasados, subraya la urgencia de abordar estos desafíos estructurales para evitar un estrangulamiento financiero mayor.

Más Allá de las Cifras Macro: La Urgencia de Revitalizar la Economía Real

Una política macroeconómica sólida es, sin duda, un pilar fundamental. Sin embargo, su solidez se vuelve insuficiente si no se traduce en bienestar tangible para la población y en un dinamismo palpable en la economía productiva. Como bien señalaba Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía, “la esencia de la teoría económica es reconocer la escasez y organizar la sociedad para utilizar los recursos eficientemente”. Esta máxima nos recuerda que el verdadero éxito económico se mide en la capacidad de generar oportunidades y prosperidad compartida, integrando coherentemente la macroeconomía con la microeconomía.

Hoy, el sobreendeudamiento público no solo pone un freno al crecimiento económico potencial, sino que amenaza con deteriorar aún más la economía real, aquella que viven día a día las familias, las empresas que generan empleo y los trabajadores que luchan por salir adelante. Aunque a menudo se nos dice que la macroeconomía mexicana está «controlada» y es cierto que se han mantenido ciertos equilibrios, como una deuda pública que, aunque alta, se considera «sostenible» por las autoridades, la realidad en la calle es otra. La microeconomía, el motor que impulsa la creación de empleo, el consumo y la inversión productiva, se encuentra en una situación crítica. Factores internos como un bajo nivel de inversión persistente, la alta informalidad laboral que deja a millones sin protección social ni certidumbre, y una productividad estancada, han debilitado profundamente su capacidad de recuperación y crecimiento.

El panorama para mayo de 2025 sigue siendo adverso. Nos enfrentamos a un crecimiento económico anémico, presiones externas constantes, reformas estructurales que siguen pendientes y expectativas que distan mucho de ser alentadoras. Los organismos internacionales, como el FMI, pronostican una contracción económica del -0,3% para este año, mientras que el Banco Mundial prevé un crecimiento nulo (0%). Por su parte, el gobierno federal, en una proyección más optimista, estima un crecimiento máximo del 0.7% (aunque la propia SHCP ha ajustado a la baja sus previsiones para 2025, desde un rango de 1.5-2.0% a este 0.7%, debido a la desaceleración sectorial y la incertidumbre comercial con EE.UU.). El Banco de México también ha recortado sus pronósticos de crecimiento del PIB para 2025 de 1.2% a 0.6%. La banca privada, por su lado, apenas vislumbra un avance del 0,2%. Estas proyecciones, consistentemente bajas y revisadas a la baja, generan un círculo vicioso: la incertidumbre frena la inversión y el consumo, lo que a su vez deprime la actividad económica. La economía mexicana, aunque mostró un ligero crecimiento trimestral del 0.2% y anual del 0.8% en el primer trimestre de 2025, necesita un impulso mucho mayor para superar estos desafíos. La vulnerabilidad externa, exacerbada por medidas proteccionistas de nuestro principal socio comercial, solo se magnifica por nuestras debilidades internas.

Pilares Agrietados: La Crisis de las Instituciones Públicas y su Impacto Fiscal

Una parte fundamental de la compleja problemática económica de México radica en la crisis financiera que atraviesan instituciones públicas clave, verdaderos pilares del Estado mexicano. Entidades como Petróleos Mexicanos (Pemex), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) operan hoy con serias deficiencias financieras, estructurales y operativas, lo que impone una pesada carga sobre las finanzas públicas.

A. Pemex: El Gigante Petrolero en Apuros

Pemex enfrenta una situación crítica, siendo la petrolera más endeudada del mundo. Su deuda total superaba los 100 mil millones de dólares en pasivos, y para el primer trimestre de 2025 alcanzó los 2,05 billones de pesos, un aumento del 3,8% respecto al cierre de 2024, con un alarmante incremento del 32,1% en su deuda de corto plazo. Además, a finales de 2024, su deuda con proveedores ascendía a 506.15 mil millones de pesos.

La producción de crudo ha ido en declive; Hacienda prevé una caída del 5,1% en las exportaciones de crudo para 2025, con una producción casi estancada en 1,76 millones de barriles diarios. En el primer trimestre de 2025, Pemex reportó una caída interanual del 11% en su producción petrolera. A esto se suman los altos costos de extracción, una elevada carga fiscal y proyectos emblemáticos como la refinería de Dos Bocas, cuyo costo se ha disparado de 8 mil millones a casi 21 mil millones de dólares. Esta refinería sigue en fase de pruebas, ha enfrentado paros técnicos y podría requerir aún más fondos, con expertos dudando que alcance una operación del 90% antes del tercer trimestre de 2027. Como resultado, Pemex registró pérdidas por 43.3 mil millones de pesos en el primer trimestre de 2025. La gestión deficiente y los problemas de corrupción acumulados a lo largo de los años agravan este panorama.

B. IMSS: Presiones Crecientes sobre el Sistema de Salud y Pensiones

El IMSS, fundamental para la seguridad social de millones de mexicanos, opera bajo un modelo de financiamiento basado en cuotas obrero-patronales que se muestra cada vez más insostenible. El envejecimiento de la población y una persistente informalidad laboral que limita la base de contribuyentes ejercen una presión enorme. El Informe Financiero del IMSS 2023-2024, aunque proyecta suficiencia financiera hasta 2037, advierte sobre las presiones a largo plazo derivadas de enfermedades crónicas y el envejecimiento poblacional, con un balance actuarial deficitario para el Seguro de Enfermedades y Maternidad (SEM).

El gasto en pensiones es creciente, y las obligaciones laborales por el Régimen de Jubilaciones y Pensiones (RJP) se estiman en 2,3 billones de pesos. La creación del Fondo de Pensiones para el Bienestar, que busca complementar las pensiones hasta un mínimo de 17,364 pesos mensuales con diversas fuentes públicas, podría agregar presión fiscal si su fondeo no es robusto y sostenible. Aunque el IMSS alcanzó un récord de 22.4 millones de trabajadores registrados, el desafío demográfico persiste. En cuanto a infraestructura, si bien el presupuesto para 2025 contempla un aumento real del 4.7% para el IMSS, con 26.6 mil millones de pesos destinados a inversión (un alza real del 16.2%) para nuevos hospitales y equipamiento, el informe 2023-2024 subraya la necesidad de un fortalecimiento continuo para cubrir la demanda. La infraestructura médica sigue siendo, en muchos casos, insuficiente y los servicios se ven saturados.

C. ISSSTE: Un Panorama Similar de Retos Financieros y Operativos

El ISSSTE enfrenta un desequilibrio entre el número de trabajadores activos y jubilados (aproximadamente 2.45 activos por cada jubilado en 2021). Sus instalaciones médicas a menudo se encuentran deterioradas –la edad promedio de las unidades de primer nivel era de 30.9 años en 2021, y algunos hospitales superan los 55 años, con un 8.4% del equipo médico especializado fuera de servicio –. Los altos costos operativos y una administración que históricamente ha sido señalada por problemas de corrupción y burocracia excesiva complican su viabilidad.

El déficit proyectado para el seguro de salud del ISSSTE en 2025 es de 13,743 millones de pesos, cifra que se espera aumentar anualmente, con el riesgo de agotar las reservas de este seguro para 2030. Además, a septiembre de 2024, 25 entidades federativas adeudaban al ISSSTE 88.49 mil millones de pesos.

D. Las Consecuencias Fiscales Ineludibles

Estas crisis institucionales no son eventos aislados; tienen profundas implicaciones fiscales. A corto plazo, el Estado se ve obligado a destinar crecientes recursos para sostener a estas entidades, recursos que podrían y deberían invertirse en áreas cruciales como educación de calidad, seguridad ciudadana o infraestructura productiva. Es un círculo vicioso donde los problemas estructurales de estas instituciones drenan la capacidad de inversión del país.

A mediano plazo, si no se adoptan reformas estructurales profundas y valientes, el deterioro fiscal parece inevitable. Esto podría traducirse en un aumento aún mayor de la deuda pública, recortes dolorosos en sectores estratégicos, una presión creciente por una reforma fiscal integral (posiblemente en condiciones menos favorables) y un riesgo tangible de que las agencias calificadoras rebajen la calificación crediticia de México. Una rebaja podría encarecer el costo de la deuda entre 14 y 73.9 mil millones de pesos anuales, limitando aún más el margen de maniobra del gobierno. La salud financiera de Pemex, IMSS e ISSSTE está intrínsecamente ligada a la salud fiscal de la nación y, por ende, a su capacidad para generar desarrollo sostenible.

Trazando la Ruta Hacia el Futuro: Una Estrategia Integral para la Transformación de México

Ante este panorama complejo, es indispensable y urgente redefinir la política económica nacional. Para enfrentar la escasez de inversión, el bajo crecimiento y la crisis institucional que he detallado, no bastan medidas aisladas ni soluciones parciales. Se requiere una estrategia integral, una nueva visión de país que articule de manera coherente los esfuerzos del gobierno, del sector privado y, cuando sea pertinente, de las instituciones internacionales. Las principales líneas de acción deben orientarse a construir cimientos sólidos ya la vez, impulsar un dinamismo renovado.

  1. Cimientos Sólidos: Una reforma fiscal progresiva, eficiente y digitalizada. Es fundamental ampliar la base tributaria de manera equitativa, eliminando privilegios fiscales que erosionan la recaudación y fomentan la desigualdad. La digitalización completa del Servicio de Administración Tributaria (SAT) puede incrementar la eficiencia y reducir la evasión. Paralelamente, debemos diseñar incentivos efectivos para formalizar el empleo informal, ampliando así la base de contribuyentes y la protección social. Una recaudación tributaria más eficiente es clave para financiar el desarrollo y expandir la demanda agregada.
  2. Motor de Crecimiento: Impulsar la Inversión Extranjera Directa (IED). El IED es un motor crucial para la generación de empleo de calidad, el aumento de la productividad y la transferencia de tecnología. México alcanza una cifra récord de 36.87 mil millones de dólares en IED en 2024, y las proyecciones para 2025 rondan los 39.3 mil millones. Debemos consolidar a sectores como el automotriz (que ya representa el 4.7% del PIB y atrajo más de 7 mil millones de dólares de IED en 2023 ), el aeroespacial (donde México es un productor top 10 global ) y el digital/tecnológico (un sector emergente con gran potencial, especialmente en el norte del país y con una IED en telecomunicaciones de 1666 millones de dólares en 2024 ) como polos de atracción de inversión.
  3. Capitalizar el Momento Global: Aprovechar el nearshoring y la reconfiguración comercial. La relocalización de cadenas de suministro global, conocida como nearshoring , representa una oportunidad histórica para México. Debemos fortalecer nuestra integración bajo el T-MEC y explorar activamente nuevos tratados comerciales. Se estima que el nearshoring podría añadir 78 mil millones de dólares en exportaciones anuales para América Latina, siendo México uno de los principales beneficiarios, con un potencial de incremento de nuestras exportaciones de 578 mil millones en 2022 a 1.1 billones de dólares para 2030. Para ello, es vital crear estrategias sectoriales inteligentes, diferenciadas por región y tipo de industria, aprovechando iniciativas como el «Plan México» y los «Polos de Bienestar» que buscan fomentar la inversión y la capacitación. Sin embargo, esta oportunidad no es un cheque en blanco; su materialización depende de que abordemos nuestras deficiencias estructurales en infraestructura, seguridad y certeza regulatoria.
  4. Innovación y Talento Mexicano: Fomentar la transferencia tecnológica y la formación de capital humano. Para que la IED y el nearshoring tengan un impacto transformador, es crucial integrar a las empresas nacionales en las cadenas productivas globales y fomentar la transferencia de tecnología. Esto implica impulsar clústeres industriales y ecosistemas de innovación que conectan a empresas, universidades y centros de investigación. La formación de talento es igualmente prioritaria; aunque México cuenta con un número significativo de graduados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), su distribución geográfica es desigual y debemos asegurar que las habilidades de nuestra fuerza laboral respondan a las demandas de las nuevas industrias.
  5. Garantizar la Confianza: Fortalecer el Estado de derecho, la transparencia y la seguridad. Ninguna estrategia económica puede prosperar sin un entorno institucional sólido. Fortalecer el Estado de derecho, combatir la corrupción, garantizar la transparencia y mejorar la seguridad son condiciones indispensables para crear un ambiente propicio para la inversión productiva, tanto nacional como extranjera. La incertidumbre política y la debilidad institucional son los mayores disuasivos para la inversión a largo plazo.

La implementación de estas líneas de acción no solo requiere voluntad política, sino también una capacidad de ejecución impecable y una visión de largo plazo. Una reforma fiscal, por ejemplo, no solo busca recaudar más, sino crear el espacio fiscal necesario para invertir en la infraestructura y el capital humano que harán atractivas las oportunidades del nearshoring . A su vez, el éxito del nearshoring dependerá de que las comunidades locales y las empresas mexicanas puedan efectivamente absorber la tecnología y el conocimiento que traen las empresas extranjeras, evitando así que los beneficios se concentren en pocas manos o regiones, y asegurando un desarrollo más equitativo en todo el territorio nacional.

Forjando el Futuro de México con Visión y Acción

México se encuentra en una encrucijada determinante. Las decisiones que tomamos hoy, frente al creciente endeudamiento público y el palpable deterioro de instituciones fundamentales, definirán nuestra trayectoria económica y social para las próximas generaciones. Superar estos desafíos exige más que ajustes aislados o soluciones coyunturales; Exige una agenda nacional integral, coherente y, sobre todo, implementada con determinación y visión de Estado.

La estabilidad macroeconómica, si bien necesaria, debe ir de la mano de la justicia fiscal, el fortalecimiento institucional genuino, una inversión estratégica que mira al futuro y un modelo productivo que sea verdaderamente incluyente. La inversión extranjera directa y las oportunidades derivadas del nearshoring pueden ser palancas clave para el desarrollo, pero su impacto solo será transformador si se acompaña de políticas nacionales que potencien sus beneficios: una visión regional de desarrollo que atienda las disparidades, un fomento decidido a la competitividad de nuestras empresas y, crucialmente, un entorno de seguridad jurídica y económica que inspire confianza y promueva el crecimiento sostenido del país.

Este es un momento que exige reflexión profunda, pero también acción audaz y coordinada. La colaboración entre el gobierno, el sector privado, la academia y la sociedad civil es indispensable. Tenemos la capacidad, el talento y la resiliencia para transformar los formidables retos que enfrentamos en oportunidades compartidas, construyendo un México más próspero, equitativo y sostenible para todos. El futuro no está escrito; lo forjamos con cada paso que damos.

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