Select your Top Menu from wp menus
28 de abril de 2025 1:19 pm
Política moderna: ignorante y exigente

Política moderna: ignorante y exigente

Compartir

Que nunca se calle, que nunca se calle, que siempre resuene

 y no se desgaste en el valle.

El periodismo es el reflejo de la sociedad, con su voz,

construyamos un mundo de igualdad.

Poema El poder de la palabra autor desconocido, publicado en

poemacreativo.com

Desdén hacia los medios: los políticos modernos y su doble rasero con la prensa

Deben aprender que la prensa no es un accesorio, sino un contrapeso.

Esto es para todos los políticos del mundo que buscan silenciar de un modo u otro a quienes piensan distinto. Exigen atención, imponen derecho de réplica, pero pocas veces entienden el papel del medio.

Una de las constantes más inquietantes de la política contemporánea es el desprecio sistemático que muchos políticos profesan hacia la prensa. No se trata de una moda pasajera ni de un mal local: desde figuras septuagenarias hasta líderes veinteañeros, en todo el espectro ideológico, se ha vuelto común ver a quienes ocupan cargos públicos ridiculizar a los reporteros, minimizar el trabajo periodístico o directamente vetar a medios críticos.

Paradójicamente, esos mismos políticos que descalifican a la prensa con furia casi ritual, son los primeros en exigir cobertura amplia de sus giras, posicionamientos y conferencias. Quieren prensa sin periodistas, micrófonos sin preguntas, cámaras sin contexto. Es un doble rasero y quieren volverlo norma.

Una explicación es la ilusión de control que dan las redes sociales. Hoy, muchos políticos prefieren hablarle directamente a “su gente” desde plataformas como X, TikTok o Facebook. En apariencia, evitan los filtros de los medios tradicionales. Pero en realidad se aíslan de la crítica y generan cámaras de eco que se rompen apenas una nota periodística los confronta. Entonces estalla el enojo.

Basta recordar cómo Donald Trump, convirtió el término fake news en un arma de desprestigio contra cualquier medio que lo cuestione. Veta reporteros, descalifica cadenas enteras, y mantiene una base que desconfía sistemáticamente de la prensa libre. Pero al mismo tiempo, usó a los medios para amplificar cada paso de su campaña y de su presidencia. Lo necesita, pero no lo respeta.

En México, el fenómeno es igual de evidente. El Sr. López Obrador instauró una narrativa de polarización en sus conferencias matutinas, para distinguir entre “prensa fifí” y “periodismo comprometido”. Desde ahí señaló a periodistas por nombre y apellido, ridiculizando preguntas legítimas o cuestionando intenciones. La crítica no le incomoda sólo por lo que dice: le incomoda que exista.

Claudia Sheinbaum le copia en todo esto.

Y esto se replica en distintos niveles del poder. Cada vez es más común ver a gobernadores, alcaldes y funcionarios tratando con desdén a los reporteros de calle. Los discriminan por su origen, su acento, su apariencia o su medio. Es un elitismo disfrazado de superioridad técnica, una forma de “racismo profesional” hacia un gremio que les resulta incómodo, pero indispensable.

La consecuencia de esta hostilidad no es simbólica: es mortal.

México sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Según el informe más reciente de Artículo 19, tan solo en 2023 se documentaron 561 agresiones contra periodistas, 11 de ellas letales. Y en más del 40% de los casos, los responsables fueron funcionarios públicos. No es solo desdén: es persecución.

¿Se puede revertir esta tendencia? Solo si se reconoce que la prensa no es un accesorio, sino un contrapeso. Preguntar es una función democrática, no una concesión graciosa. El micrófono no es para elogios, sino para rendir cuentas. La prensa libre incomoda porque hace lo que tiene que hacer: incomodar al poder.

Porque cuando los poderosos deciden a quién se le permite preguntar, lo que se apaga no es una voz: es la democracia entera.

Pero no aprenden.

Related posts