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21 de noviembre de 2024 12:48 am
MEGAFRAUDE

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Luis Villegas Montes

Sé que escribir estos párrafos va a hacer que mis detractores se ceben en mi rechoncha persona (por sebo no va a quedar), pero ni modo.

Lo escribí días atrás, los trinis (tontos, resentidos, interesados, necesitados o ignorantes), esa neoespecie de ciudadanos, festejarán por todo lo alto, ciegos, sordos y mudos a todo aquello que no sea cantar loas al narcopresidente, el supuesto resultado, de la supuesta elección, donde supuestamente triunfó la narcopresidenta electa.

Estos párrafos están escritos, pues, para el ciudadano común y corriente, ése que está preocupado por los resultados electoral y que, bien a bien, no sabe qué pasó.

Le explico: hubo varios tipos y niveles de fraude.

Está el más evidente, el más obvio, el más descarado: la desmesurada injerencia del presidente de la República en el proceso electoral. Cinco años, a un costo exorbitante (calcule usted cuánto cuesta una Mañanera y multiplíquelo por cinco días a la semana, por cincuentaidós semanas, por cinco años y medio), triturando con toda la fuerza de su presencia y peso políticos a la oposición y a sus candidatos; y sembrando el odio y la división sociales, mediante el recurso facilón (que usaron Mussolini y Hitler) de convencer a los tontos de que él y su gente (que tienen su origen en el PRI, PAN y PRD) son distintos, “no son iguales”, al PRI, al PAN y al PRD, sólo por el hecho de engrosar las filas de MORENA; a los resentidos sociales, de que su situación particular no es responsabilidad suya sino de otros (fifís, conservadores, empresarios, etc.); a los ignorantes de que él, AMLO, a través de programas sociales, los sacará de la pobreza sin trabajar ni entregar nada a cambio; a los necesitados, de que su miseria les ha sido impuesta por los fifís, conservadores, empresarios, etc. y de que él, AMLO, a través de programas sociales, los sacará de la pobreza; y a una clase política bastarda (la hez y a quien yo llamo los “interesados”, de ahí lo de “trinis”), de que podrían enriquecerse a manos llenas, sin complejos ni responsabilidad alguna, con tal de entregarle su alma.

Están los treinta mil siervos de la nación al exclusivo servicio del presidente (pagados por el Erario), metiéndole miedo a la gente, amedrentándola, amenazándola, mintiéndole, para convencerla de que los apoyos gubernamentales irían a desaparecer si no votaban por MORENA; más de 15 mil millones de pesos de SEGALMEX que se “esfumaron” y quién sabe a dónde fueron a parar, junto con los 50 mil millones destinados a más de 600 mil beneficiarios de programas sociales inexistentes.

Está esa simulación brutal de “elegir” a Claudia Sheinbaum, aspirante que empezó su campaña de manera anticipada desde un lejano 2021,[1] cuando la maquinaria de estatal empezó su labor de machacar contrincantes, simular elecciones internas y ponerle la mesa a modo.

Está el silencio cómplice e inexplicable de organismos públicos —como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) e Instituto Nacional Electoral (INE), por ejemplo— que debieron porque estaban obligados a ello, en las postrimerías del 2018, advertir los excesos y exabruptos retóricos de AMLO e impedir que continuaran durante largos, larguísimos, cinco años.

Todos son hechos, u omisiones, demostrados, plenamente acreditados que, juntos, nos hablan de una brutal falta de equidad en la contienda; para una de las categorías del trini (los tontos), será necesario que se les explique el porqué, pese a esas condiciones de severa adversidad, se decidió participar en la contienda. Ocurrió de esa forma porque se creyó que, pese a todo, se podía ganar.

Ahora, lo que sigue es calificar la elección que, con independencia del resultado, fue extraordinariamente inequitativa; tanto, que absolutamente ningún presidente de la República anterior, en ninguna época, bajo ninguna circunstancia, había tenido una intromisión tan invasiva, descarada, desproporcionada y costosa; ni siquiera bajo el autoritarismo de los años sesenta o setenta, un presidente había tenido la desfachatez y desvergüenza de comprometer su investidura en lides electorales de manera tan clara y directa.

Por si lo anterior no bastare, está el asunto del conteo rápido y cómo la presidenta del INE salió tarde, demasiado tarde, a cantar lo que debió ser, en principio, un ejercicio de carácter inmediato y sin complicaciones; lo que pone bajo sospecha la actuación de un órgano cuya dirigencia, por lo menos parte de ella, incluida la presidencia, ha estado manifiestamente en favor de Andrés Manuel López Obrador.

Por todas esas razones, sí, sí, sí, ¡sí!, pésele a quien a quien le pese y digan lo que digan los trinis, el pasado 2 de junio los mexicanos asistimos al peor fraude electoral de la historia de nuestro país y la elección presidencial debe anularse, sin duda.

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