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7 de septiembre de 2024 6:57 pm
LA DEMOCRACIA BAJO ATAQUE

LA DEMOCRACIA BAJO ATAQUE

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Ni siquiera en la década del 2000, cuando varios presidentes del continente modificaron mañosamente las reglas constitucionales para poder reelegirse una y otra vez, la democracia corrió tanto peligro como ahora. “La democracia está bajo ataque en América Latina y en varios otros lugares del mundo.

A mi juicio, el gran debate global, más que entre izquierda y derecha, será entre quienes apoyan la democracia y quienes desean subvertirla de diferentes maneras”, entre otras, dictadura.

 “Hoy día casi todas las democracias son más frágiles. Si uno mira hacia atrás en América Latina, hacia la década de los 90, hemos retrocedido más de una década”.

El declive de la democracia interactúa con la corrupción, la delincuencia y el crimen organizado, las desigualdades sociales persistentes, el efecto Trump de desconocer el Estado de Derecho (basta recordar a Brasil bajo Bolsonaro y El Salvador con Bukele), y que la gobernabilidad se ha tornado más difícil porque han surgido nuevos retos, nuevas identidades y una mayor diversidad social. Y hay otro fenómeno inquietante: las redes sociales y la inteligencia artificial plantean no solo grandes avances, sino grandes peligros como el cyberespionaje, la difusión de fake news para intervenir elecciones, los ataques ransomware, e incluso la aparición falsificada de personalidades haciendo anuncios políticos o promoviendo productos gracias a los deep fakes de la IA generativa, todo lo cual supone riesgos emergentes a la democracia.

El deterioro democrático interactúa con problemas como la violencia delictual. Ecuador era un país relativamente seguro hace una década, y en la última elección presidencial un candidato cuyo programa era el combate a la corrupción fue asesinado, y los candidatos restantes hicieron sus cierres de campaña usando chalecos antibalas. Los golpes de Estado tradicionales han dado lugar a lo que yo denomino el “secuestro de las democracias” desde adentro, de manera gradual y furtiva, por autócratas que digitan las ansiedades y el malestar ciudadano para hacerse con todo el poder, debilitando o arrasando con la separación de poderes.

No basta con acceder de manera más o menos democrática al poder, sino que el ejercicio democrático del poder es crucial. En Venezuela y Nicaragua, líderes como Chávez y Ortega inicialmente ganaron elecciones más o menos democráticas y luego arrasaron con los poderes legislativo y judicial, y se transformaron gradualmente en dictaduras. Los golpes y los cuartelazos fueron reemplazados por el secuestro de las democracias desde adentro. Los autócratas usaron las instituciones del sistema democrático, las elecciones, los medios de comunicación, la libertad de expresión, etc., y luego capitalizaron antidemocráticamente los malestares de las sociedades.

En México ese camino lo ha pavimentado López Obrador con sus iniciativas para eliminar los órganos autónomos , e incluso buscar la elección de los miembros de la Suprema Corte de Justicia mediante el voto popular.

Como dije anteriormente, en Venezuela y Nicaragua originalmente los gobiernos fueron elegidos democráticamente y se fueron transformando gradualmente en dictaduras. Y bueno, yo creo que hay fenómenos que son quizás más estructurales, a los cuales no hemos prestado suficiente atención. Por ejemplo, la fragmentación y dispersión del sistema de partidos políticos en Chile, en Perú, en muchos otros países, donde los partidos políticos tradicionales han ido perdiendo peso y han surgido partidos y micropartidos. Eso lo que hace es dificultar la gobernabilidad y requiere reformas del sistema político significativas. En Perú hay más de 23 partidos y hay partidos “vientres de alquiler”, donde cualquier individuo que quiera competir se mete en ese partido, compite y si le va mal, se va, y si le va bien, también puede irse y no sufren ninguna sanción (chapulines políticos). Entonces hay un problema que también hay que mirar con mucho cuidado.

Creo que no hemos sido capaces de hacer las reformas profundas para reducir las desigualdades, de recaudar más para financiar esas reformas, de atacar con decisión problemas muy serios como la corrupción y el delito. Creo que lo más importante es que hemos sido incapaces de consensuar un pacto social de futuro sobre los grandes desafíos nacionales que mire a las próximas décadas y no a las próximas elecciones. Eso está pendiente en México, por cierto, pero también en otros países.

Bueno, probablemente eso es lo que hace que la opinión pública sea más escéptica respecto a la democracia. Ahora, generalmente el apoyo a la democracia fluctúa con los vaivenes de la economía: la gente tiene más fe en la democracia cuando hay un mejor estándar de vida y el apoyo declina cuando la situación económica está en un plano más recesivo. Pero ahora hay un nuevo elemento: la violencia de la delincuencia y el crimen organizado (se ha convertido) en una nueva preocupación, quizás en igual pie que la condición económica del país. Eso es prácticamente en todos los países.

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