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7 de julio de 2025 1:10 pm
Crisis del sistema de partidos

Crisis del sistema de partidos

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Los comicios del pasado 5 de junio dejan más lecciones que el mero reparto del territorio nacional como botín de los partidos. Levantaron la mano, triunfantes, la 4T y la oposición, cuentan con nuevos gobernadores, aunque el electorado no haya comprendido sus propuestas de gobierno. Las campañas se centraron en acusaciones mutuas para descalificarse; reproches por financiamiento oscuro de candidatos, sus relaciones con el crimen organizado, exhibieron corruptelas y pasados inconfesables, pero poco ofrecieron a los votantes sobre un plan sexenal para solucionar las ingentes necesidades de los ciudadanos. Continúa la borrachera triunfalista, pronto el electorado pagará la cruda.

Pasa inadvertido que el actual sistema de partidos ya no funciona, que los grandes perdedores no solo fue la oposición y la chiquillada, el propio partido en el poder cargó con la derrota. Los institutos políticos ya no representan una opción para el electorado, los sienten vacíos, sin proyectos de gobierno, por lo que Morena —heredera de su génesis, el PRI—, recurrió a las viejas prácticas de la compra de votos, la utilización de los programas sociales con fines clientelares al amparo de la imagen presidencial para ganar sufragantes. El inquilino de Palacio Nacional era el más interesado en garantizar el avance territorial de Morena y afianzar su poder unipersonal. Su movimiento gobernará al 60 por ciento de la población, pero bajo el proyecto de la 4T; nadie podrá presentar políticas públicas propias para responder a los requerimientos de sus gobernados.

Tampoco reparan los ganadores en que llegan sin legitimidad. La polarización que ha privado en los últimos años se tradujo, no en el reparto diferenciado de votos, sino en el alto nivel de abstencionismo, el cual rondó el 60 por ciento —no se ha podido vencer la ausencia de votantes desde las elecciones presidenciales de 1994—, con lo que la distribución de los sufragios es del 40 por ciento del padrón electoral. De tal suerte que quien dice haber ganado con el 50 por ciento de los votos, en realidad solo obtuvo la representatividad de un 20 por ciento de los ciudadanos. Ellos son los que les dan la legitimidad; no representan la voluntad popular, sino el acarreo de la base electoral partidista. El voto duro.

Quedó exhibido el sistema pluripartidista mexicano y el alejamiento del electorado que ya no cree en candidatos sin carisma, sin ideología, sin propuestas. Curiosamente, los cuatro nuevos mandatarios de Morena surgieron luego de una larga militancia en el PRI, la que menos fue tricolor 16 años y el que más, la friolera de 35 años. Los nuevos dinosaurios solo cambiaron de piel, como las serpientes y los lagartos.

Más allá de su triunfalismo, los partidos, incluido el ahora mayoritario, deben reflexionar sobre su participación en los procesos electorales del Edomex y Coahuila, rumbo al 2024. No hay nada para nadie, pero es tiempo de que reconozcan que han sido abandonados por los electores ante la falta de verdaderas propuestas de campaña y que no bastarán las dádivas para viejitos o jóvenes si quieren ganar las presidenciales, aunque a eso apuesten los de la 4T. Deben convencer a una consciente, informada y escéptica clase media que podría salir a votar masivamente y hacer la diferencia. Ningún instituto político está muerto, tampoco hay partidos aplanadora; con el 25 por ciento de los sufragios reales no se puede ser tan arrogante. Si habrá tiro en el 2024 no será decisión de los partidos, sino de la voluntad popular que se manifieste, ahora si mayoritariamente en las urnas. Esperemos, también, que no prosperen las arremetidas furibundas de la 4T contra el INE y contemos con un organismo autónomo e independiente que garantice la ciudadanización de los comicios y el respeto a la decisión de los electores.

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